(NOTA: La siguiente fotografía es un Panaroma creado en http://www.dermandar.com. Haz clic a derecha e izquierda para poder visualizar en modo 360º y ver todo el panorama).
Después de recorrer el castillo de Javier y conocer algunos de sus secretos, nos encaminamos hacia el Monasterio de Leyre, nuestra última parada antes de comer y disfrutar de las vistas tan estupendas que nos brinda la sierra de Leyre. Lamentablemente el día no fue el más apropiado, la niebla y la lluvia ensombrecían la contemplación de las montañas y el pantano de Yesa. En esta ocasión no pudimos explorar el espeso bosque de la sierra donde se encuentra la fuente de la leyenda de san Virila, un lugar en el corazón de la montaña boscosa donde brota una fina corriente de agua cristalina, rodeada de un paisaje encantador. Se tarda un poco en llegar pero en este paraje donde sólo se escucha el sonido del agua y el bello canto de los ruiseñores, realmente uno se siente transportado…como el monje de la leyenda; según cuenta dicha historia popular, es aquí en este lugar, donde el anciano monje Virila, encontró la paz y descubrió el misterio de la eternidad:
Después de recorrer el castillo de Javier y conocer algunos de sus secretos, nos encaminamos hacia el Monasterio de Leyre, nuestra última parada antes de comer y disfrutar de las vistas tan estupendas que nos brinda la sierra de Leyre. Lamentablemente el día no fue el más apropiado, la niebla y la lluvia ensombrecían la contemplación de las montañas y el pantano de Yesa. En esta ocasión no pudimos explorar el espeso bosque de la sierra donde se encuentra la fuente de la leyenda de san Virila, un lugar en el corazón de la montaña boscosa donde brota una fina corriente de agua cristalina, rodeada de un paisaje encantador. Se tarda un poco en llegar pero en este paraje donde sólo se escucha el sonido del agua y el bello canto de los ruiseñores, realmente uno se siente transportado…como el monje de la leyenda; según cuenta dicha historia popular, es aquí en este lugar, donde el anciano monje Virila, encontró la paz y descubrió el misterio de la eternidad:
El abad Virila nació en Tiermas en el 870 y murió en Leyre en el 950.
El relato trascurre a finales del siglo IX:
"Mantenía el bueno del abad tremendas dudas sobre cómo sería el gozo de la eternidad. Es así que un día de plenitud primaveral se interna en el bosque cercano con estas meditaciones que leía en un libro. En la espesura del bosque aparece un ruiseñor, que con sus trinos distrae su atención de la lectura, apartándolo hasta una fuente. Allí queda prendado del canto del pájaro, hasta que se adormece. Cuando se despierta la naturaleza había cobrado nueva vida y no encuentra el camino de vuelta, hasta que al fin lo reconoce y al monasterio al fondo, que ahora es más grande, con iglesia mayor y nuevas dependencias que no comprende. Al llegar a la portería e identificarse, nadie le reconoce. Buscando en el archivo del cenobio encuentran un abad Virila " perdido en el bosque ", ¡pero hacía trescientos años!"
El monasterio se encuentra a unos 50 kilómetros de Pamplona y a 16 kilómetros de Sangüesa, documentalmente se menciona a partir del año 840 y su historia va estrechamente ligada al reino de Navarra. Durante la dominación árabe, del siglo IX al X, fue refugio de los reyes y obispos de Pamplona. El monasterio alcanzó su máximo esplendor en tiempos de Sancho García el Mayor, después de haber sido destruido por Almanzor, Sancho García lo hizo reconstruir en 1022. La cabecera del coro y la cripta se construyeron en estilo románico, fueron introducidas las reglas de los cluniacenses y partiendo de él se construyeron numerosas hosterías y hospicios a lo largo del camino de Santiago. En el año 1307 el monasterio fue entregado a la orden de los cistercienses. Desde 1835 hasta 1954 estuvo deshabitado. Posteriormente se establecieron en él los benedictinos, que aún lo siguen habitando con sus cantos gregorianos.
El monasterio de Leire esconde magníficos tesoros como la cripta del siglo XI, la bóveda gótica o la "Porta Speciosa", un perfecto pórticorománico del siglo XII. Es fascinante ver en cada columna las huellas del tiempo y los rastros de las persona que un día fueron testigos de su esplendor y de su abandono, desde el rey más poderoso al mas humilde de los pastores, como lugar de paso, escondite o simplemente para resguardarse del frio intenso y de la nieve en los meses fríos de invierno. Los monjes que llegaron allí hace mil años supieron elegir este lugar, el mas apropiado para huir del mundo violento y confuso de la época, un lugar en que la naturaleza y la paz aún continúan presentes en la sierra de Leyre.
(NOTA: La siguiente fotografía es un Panaroma creado en http://www.dermandar.com. Haz clic a derecha e izquierda para poder visualizar en modo 360º y ver todo el panorama).
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Nada mejor para terminar, que comer en el Restaurante del hotel – hospedería del propio monasterio, y bajar la comida paseando por los alrededores o visitando el propio monasterio, donde presenciar el rezo de las horas, por la comunidad de monjes que reside en el mismo, nos eleva al escuchar los cánticos gregorianos y nos hace sentir, una paz en el cuerpo y en el alma.
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